Es frustrante oír una y otra vez críticas manidas al mundo de la moda, fruto habitual del desconocimiento. Y me pregunto ¿por qué es un crimen (y debe serlo)no saber quién pintó este o aquel cuadro y no lo es el no saber quién creó, por ejemplo, el New Look? He aquí una humilde historiadora del arte que pretende darle a la moda, en estas líneas al menos, el lugar que se merece.
Y es que no se puede separar la moda de la historia, de la evolución de la sociedad. A menudo la vestimenta ha sido reflejo de cambios sociales, de la lucha de clases o incluso de la situación económica de un país. ¿Qué supuso que Poiret liberara a la mujer del corsé? ¿Por qué la colección Corolle de Christian Dior revolucionó el mundo allá por 1947? ¿Sabe el grueso de la población española que algunos de los diseñadores de moda más importantes de la historia han nacido en su país? Pues señores, del mismo modo que nos sentimos orgullosos de Velázquez o Goya, deberíamos conocer la importancia de Fortuny o Balenciaga.
Sin embargo, y por desgracia, es mucho más fácil recurrir a los argumentos de siempre, la supuesta poca inteligencia de las modelos, su delgadez, la frivolidad o la tiranía de los diseñadores... ¿Creéis que estos argumentos los esgrime alguien que conoce la moda en profundidad? Mi respuesta es no.
Artistas textiles
Ahondado un poco en la historia, es básico hablar del 12 de Febrero de 1947, cuando Christian Dior presentó su colección "Corolle". Pongámonos en situación: el dolor y la pobreza reinaban tras la Segunda Guerra Mundial, y Monsieur Dior iluminó el mundo con metros y metros de tela, que devolvían la capacidad de soñar. El título "Corolle" hacía referencia a la corola de las flores, que inspiraba el inmenso volumen de sus faldas, las cuales, a su vez brotaban de unas finísimas y femeninas cinturas. Si tenemos en cuenta que las mujeres de la época acababan de vivir uno de los momentos más dramáticos de la historia, no es de extrañar que el New Look (como fue bautizada posteriormente la propuesta de Christian Dior) triunfara, al rescatar un antiguo glamour que les había sido arrebatado. Así, sin importarle que se le tachara de derrochador, Monsieur Dior llegó a emplear hasta 70 metros de tela en algunos de sus diseños. Esta supuesta frivolidad supuso la revitalización de la economía parisina, gracias al inversionista Marcel Boussac, un magnate del textil, que creyó en la empresa del diseñador e invirtió millones en ella, para propiciar la vuelta al lujo francés en la costura. Pues bien, durante la presentación de la colección, las futuras clientas de Dior se volvieron absolutamente locas, el éxito fue inmediato, el new look corría de boca en boca por París, y por el mundo entero desatando incluso un fuerte debate en los medios, (por primera vez la moda acaparaba todas las miradas) por la vuelta de la sensualidad y la exaltación de las formas de la mujer.
Sea como fuere, ese nuevo look le devolvió a las mujeres las ganas de creer en lo bello, en un mundo que recogía sus cenizas y que creía, en palabras del filósofo Theodor Adorno, que "después de Auschwitz no podría haber poesía".
El arte como inspiración
Volviendo a España, os hablaba en mi introducción de Fortuny y Balenciaga, dos de los más grandes creadores de moda de la historia. Recientemente se ha creado (al fin) un museo dedicado al segundo en Getaria, del que tendremos tiempo de hablar en profundidad en otro artículo. Pero como breve pincelada, es obligado conocer algo de la magia que desprendían sus manos, capaces de crear, en una primera prueba, lo que otros diseñadores no conseguían hasta la tercera. Su definición de la silueta es histórica, y su alta costura exquisita. En sus diseños podemos estudiar a Goya o Velázquez, al tiempo que presenciamos una rendición a la arquitectura. Sin embargo, nuestro país no supo ver la moda como el motor económico que es, y descuidó a sus grandes maestros, en un mundo que se rendía al prêt-à-porter.
Me pregunto por qué, si para el mismísimo Hubert de Givenchy Balenciaga era Dios, su propio país no conoce toda su grandeza. Givenchy afirma que Balenciaga le fascinaba por la "arquitectura, la belleza, el porte de los vestidos" Soñaba incluso con conocerle y trabajar con él.
¿Y Mariano Fortuny? Un artista en todas las disciplinas, ya fuera pintura, grabado, iluminación, escenografía, fotografía o el caso que nos ocupa, el diseño de moda. Su máxima era alcanzar la belleza, en todas sus manifestaciones, y no es de extrañar si tenemos en cuenta sus orígenes. Su padre era el gran Mariano Fortuny, uno de los pintores más importantes (junto con Rosales) del siglo XIX y su madre, Cecilia de Madrazo, era hija del retratista Federico de Madrazo. Si a todo esto unimos su matrimonio con una costurera, y lecciones como las que aprendió en el estudio de Rodin, obtenemos una formación y unos orígenes perfectos para la creación de cualquier disciplina artística.
Pero además, la fascinación que Fortuny sentía por la tradición griega, será lo que le lleve a la cumbre de su carrera en la moda, con la creación del vestido "Delfos" . Tras visitar Grecia en 1906, erigió en su casa de Venecia un taller dedicado a la estampación textil, Fortuny quería recrear en la tela los motivos de la cerámica cretense y los tejidos griegos que había grabado en su memoria. Efectivamente así lo hizo, por ejemplo en el velo "Knossos", inspirado en los adornos del mítico palacio.
"El mago" como llamaban a Fortuny por su pericia a la hora de realizar sus inimitables pliegues y de teñir las telas, realizaba un proceso de tintado que él mismo elaboraba, siguiendo antiguos libros de recetas. Tal era su afán de veracidad histórica, que incluso simulaba irregularidades en sus tejidos, para aproximarse más a los griegos.
Creación artesanal
Y llegamos al "Delphos" cuyo prototipo se registró en 1909, y le dio fama mundial. Inspirado en los pliegues de la escultura del "Auriga de Delfos", el proceso para conseguir ese plisado que jamás se ha vuelto a lograr, consistía en arrugar manualmente la tela, para después prensarla con una herramienta inventado por el diseñador. Estas dos fases estaban seguidas por toda una serie de manipulaciones pseudo-secretas, como planchar los pliegues con almidón y clara de huevo. Uniendo esto al precioso colorido obtenido por el maestro, tenemos vestidos que han pasado a la historia, y que no pierden un ápice de belleza. Miran los años como las korai griegas:
Impresionante ¿verdad? Como impresionante es el trabajo de las llamadas "petites mains", las pequeñas manos que dan vida a los diseños de alta costura en los mejores talleres del mundo, para los nombres más importantes de la moda.
Quizá aquí nos suenen menos, pero en países como Francia son toda una institución y es que su trabajo es impagable. Esas manos son las que dedican más de 900 horas de trabajo para crear un solo vestido, rendidas a una precisión y minuciosidad incomparables. ¿Es esto frívolo? Nadie debería atreverse a calificar un vestido de alta costura como algo innecesario, cuando, muy al contrario se trata de una pieza única, una obra maestra que pasará a la historia, tan digna de estudiar como la mejor de las esculturas.
La moda, un reflejo de nuestro carácter
Así, en la alta costura podemos encontrar colecciones que elaboran un discurso propio en torno a influencias tan dispares e interesantes como la obra pictórica de Velázquez, la iconografía mortuoria mexicana, o la arquitectura de Le Corbusier, por citar sólo algunos ejemplos. Sólo hay que saber leerlo para entender su grandeza, como ocurre con el arte contemporáneo.
La moda importa, es parte de lo que somos, es la manera en que demostramos nuestro carácter, y aquellos que dicen ser ajenos a sus dictados, inconscientemente están creando su propio estilo.
¿Cómo podría ser frívolo algo que crea arte de la nada? Hacedme caso, la moda no es tan mala.