Emanuel Ungaro es un ejemplo claro de lo que es estar en la cima y caer en picado después. Esta firma ha tenido momentos mejores, una época en la que era la envidia de muchas otras casas de alta costura: sus diseños se podían ver en cualquier rincón y, si no tenías uno de sus trajes, no eras nadie en el mundo empresarial. Para tener poder y hacerte valer, primero tenías que lucir un Emanuel Ungaro. Luego ya se hablaría de negocios.
Estilo y provocación es lo primero que te viene a la mente cuando hablas del trabajo del diseñador francés. Porque te vienen las imágenes de sus trabajos, cuando todavía era él quien se encargaba del diseño creativo y de todo el compendio que representaba la maison francesa. Porque los primeros pasos del seños Ungaro fueron breves y se vieron básicamente bajo su firma en la marca que abrió al poco de empezar en el mundo textil.
La historia de la provocación
A Emanuel Ungaro se le podía preguntar cuál era su trabajo soñado que él respondería con total naturalidad que la moda. Se dice que a los seis años aprendió a coser, aunque en la alta costura entró a partir de los 22, cuando decidió viajar a París - él provenía de un pueblo del sur de Francia, con influencia española y raíces familiares italianas - que marcarían su carácter a la hora de diseñar.
Una vez establecido en una de las ciudades consideradas como la meca de la moda, un joven Ungaro empezó a trazar su destino diseñando bajo la tutela del español Cristobal Balenciaga y de Courrèges. Dos grandes que le enseñaron sus primeros pasos en esta gran industria en 1965. Este aprendizaje fue el que luego focalizó en su propia casa de moda, abierta tan solo dos años después de trabajar con los maestros.
Él tenía muy claro lo que su firma llegaría a ser. Por eso decidió desde un primer momento establecerse en plena Avenida Montagne. Esta calle es donde se encuentran las grandes casas de alta costura; si lo que querías es moda de calidad y de renombre, en esta zona céntrica de París era donde podías encontrar los nombres más grandes. Una vez abierta su tienda, su estrella empezó a brilla con intensidad.
Su estilo fetichista hizo que durante la época de los 80 y parte de los 90 todos el mundo deseara hacerse con algún diseño suyo. Para las mujeres era el símbolo del éxito, con sus trajes podías sentirte segura y llamarías la atención necesaria para hacerte oír. En cambio ellos buscaban a las mujeres enfundadas en un Emanuel Ungaro porque representaban una de sus mayores fantasías.
Cambios de opinión
El éxito de Ungaro era ya todo un hecho. Su nombre y apellido recorrían todo el mundo y sus beneficios anuales eran casi estratosféricos. Esa destreza que demostraba a la hora de escoger sus modelos, trazar los patrones de sus trajes y la versatilidad con la que dominaba cualquier técnica superpuesta eran las claves que le hacían estar en lo más alto de la élite. Pero todo lo que sube, baja.
En 1996, teniendo su mayor auge empresarial y manteniéndose como lo estaba haciendo desde hacía años, Emanuel Ungaro decide venderle gran parte de las acciones a Ferragamo. Este referente del calzado unía así dos grandes de la moda del momento. Pero Ungaro empezó a tener pérdidas y su rentabilidad no llegaba a los niveles anteriores.
Dos años más tarde, el diseñador francés decide incorporar a su colega de profesión y amigo Giambattista Valli. Ambos estuvieron trabajando codo con codo hasta el año 2004, cuando las discrepancias laborales entre Unagro y la mujer de Valli se hacen cada vez más grandes. Aunque durante sus años de colaboración también hubo otro hecho importante para el devenir de la casa: la empresa Global Asset Capital invierte en la firma en el año 2003 a pesar de que esta continuaba en pérdidas.
Casi inmediatamente después de que Giambattista Valli abandonara la dirección creativa, Emanuel Ungaro empieza a plantearse muy seriamente su salida del negocio o, por lo menos, de la primera fila. La presión empezaba a hacer mella en el trabajo y el carácter del diseñador francés. Ya definitivamente en el año 2005, Ungaro abandona la dirección y vende la firma a Asim Abdullah, un empresario ejecutivo que mantiene relaciones con Siemens y que pertenece al grupo Global Asset.
Desastres creativas
Se podría considerar a la etapa que transcurre desde 2005 hasta 2012 como una de las peores de la historia de Emanuel Ungaro y, posiblemente, de la moda en general. Este baile de diseñadores creativos, entre los cuales aparecían nombres que se encargaban solo de una de las líneas o de todo el compendio a la vez, vio cómo afectaba seriamente al buen nombre de la firma.
El noruego Peter Dundas, el francés Esteban Cortazar, la española Estrella Archs junto a la actriz estadounidense Lindsey Lohan y el inglés Giles Deacon fueron los nombres que se intercambiaron la dirección creativa en tan solo siete años. Es más, la colección que lanzó Archs y Lohan fue calificada de desastre por el propio fundador de Emanuel Ungaro. Todos ellos siguieron caminos muy distintos a los que empezaron dentro de la casa.
Hasta que finalmente llegó el italiano Fausto Puglisi. El nuevo diseñador creativo lleva al frente del cargo desde el año 2012 y es uno de los favoritos de Anna Dello Russo. Parece que gracias a su trabajo de investigación y su influencia mediterránea, al igual que los ideales de Ungaro, el artista italino consiguió reflotar una marca histórica que estaba prácticamente hundida. Sobre todo porque durante casi un año, la dirección creativa estuvo con el asiento vacío.
En el año 2013 se empezaron a ver otra vez diseños bajo la firma de la casa Emanuel Ungaro. Uno de los mejores ejemplos fue Coco Rocha, que apareció en la gala de los MET con un diseño de Puglisi en animal print y con unos cánones que mucho se asemejaban a lo que Ungaro nos tenía más acostumbrados durante sus años al cargo. O el conjunto estampado de Jennifer Lopez en American Idol.
Estilo y provocación
Combinaciones que resultaban imposibles para la época se plasmaban en piezas muy sensuales, con un colorido y unos patrones totalmente distintos a los que se conocían entonces. Emanuel Ungaro cuidaba cada detalle, así se enmarca todavía más la silueta y las curvas femeninas. De ahí su estilo fetichista que tanto gusta.
Además, hace algo que muy pocos diseñadores se atreven a hacer: mezclas de estampados y colores futuristas, utilización de materiales preciosistas, detalles calculados milimétricamente y una combinación de texturas que se utilizan para la calle. Porque un Emanuel Ungaro no ha nacido solo para las grandes pasarelas, sino para mujeres reales que quieren sentirse poderosas y atractivas. Es un erotismo puro en plena calle.