La ambiguedad se coló en la pasarela entre finales de los 80 y principios de los 90. Modelos de cuerpos escuálidos, sin formas definidas, triunfaron por aquel entonces, y ahora la tendencia ha vuelto pero en forma de hombre. Andrej Pejic salía el pasado enero a la pasarela vistiendo un traje de novia de Jean Paul Gaultier, transparencias y tul fruncido se alternaban en un diseño ajustado y de escote barco, combinado con un amplio velo negro y unos guantes de cuero. La provocación no estaba en el traje, sino en quién lo llevaba, ya que aquel bello rostro era el de un hombre.
Con el pecho descubierto y maquillado, Pejic es la viva imagen de la provocación, ya que numerosas mentes retrógradas esgrimen obsoletos argumentos sobre el mal ejemplo que puede ser para los jóvenes. Al modelo, sin embargo, no le preocupan esas discusiones morales que le rodean. Hombre, mujer, da igual, él posa, que es por lo que le pagan.
"Me identifico con lo que soy"
La entrevista que acompaña al reportaje nos muestra a un Pejic despierto e inteligente, perfectamente consciente del mundo en el que trabaja: "Sé que la gente quiere que me defienda, que me siente aquí y diga 'soy un chico, pero uso maquillaje a veces'. Pero para mí, realmente no importa. No tengo ese tipo de fuerte identidad de género, me identifico con lo que soy. El hecho de que la gente lo use para propósitos creativos o de marketing es como tener una habilidad y usarla para ganar dinero."
Pejic también bromea en las páginas de New York versionando aquella frase de Linda Evangelista sobre su sueldo diario: "No salgo de la cama por menos de cincuenta dólares al día. Quiero dejar eso claro a América. Es una nueva era para los supermodelos andróginos. No salimos de la cama por menos de cincuenta dólares."