El Papa no viste de Prada, al menos no tal y como nos han hecho creer numerosos rumores. Han corrido ríos de tinta sobre los zapatos rojos de Benedicto XVI, que el pasado jueves aterrizó en Madrid durante las Jornadas Mundiales de la Juventud, y aunque no han sido creados por la prestigiosa firma, su origen es también de lo más exclusivo.
Papas, cardenales y demás miembros del clero visten bajo sus ropas de trabajo pantalones como cualquier otro mortal, incluso, si hace calor, pueden llevar shorts, tal y como asegura Raniero Mancinelli, uno de los suministradores de indumentaria papal. La firma italiana ya vestía a Ratzinger cuando éste aún era cardenal, y ha subido de escalafón junto a él al seguir vistiéndolo en su nueva condición.
Convertida en una de las tiendas clave para los sacerdotes, Mancinelli recibe pedidos de todo el mundo, confesando que cada uno se paga lo suyo y que los que más gastan en su indumentaria son los americanos, aunque la crisis también les ha pasado factura. Entre 2.000 y 4.000 euros puede oscilar el precio de atuendo de un cardenal, dependiendo del material en que esté realizado. En los años cincuenta eran predominantemente de seda, pero en los últimos tiempos se reserva principalmente para el Santo Padre, optando por la lana de cordero y el terileno para los obispos con derecho a voto. La mano de obra y los materiales de altísima calidad son los que ponen cifras tan desorbitadas, como que un fajín supere los 200 euros.
Más de dos días de trabajo puede suponer una sotana, cuya realización se ha facilitado con los años gracias ajustes como la disminución del número de botones, ya que inicialmente lucían 33, en honor a la edad de Cristo.
Georg Gänswein, el cardenal más polémico
La mano derecha de Benedicto XVI es el alemán Georg Gänswein, un atractivo sacerdote de 55 años que ha hecho frente a todo tipo de rumores por su estrecha relación con el Papa. Aficionado al deporte desde su juventud, su distinguido porte inspiró a Donatella Versace para crear una colección en 2007.
Gänswein también ha sido acusado de influir en Ratzinger a la hora de vestir, llevándolo por el camino del lujo. Prada, Armani o Gucci son algunas de las marcas que se han vinculado a la ropa no eclesiástica de ambos, aunque no es fácil verla. Los complementos son las prendas que más polémica han suscitado, como un reloj de Cartier o unas gafas de sol Serengeti valoradas en 300 euros.
Benedicto XVI también se ha descubierto como un aficionado a la moda vintage, ya que en los últimos años ha rescatado de los armarios vaticanos prendas de antiguos pontífices condenadas al olvido. Así pudimos verlo luciendo el camauro, gorro de terciopelo rojo con un ribete de armiño blanco, similar al de Papá Noel; o el saturno o galero, sombrero rojo de ala ancha usado por los Papas en los inviernos de la Edad media.
Cabeza visible de la organización con más seguidores del mundo, Joseph Ratzinger es inevitablemente un modelo de estilo, de ahí que muchas marcas deseen que luzca sus productos. Geox fue una de las que ha tenido este privilegio, gracias a unos mocasines marrones modelo Uomo que le regaló. Apple también tiene el honor de haber llegado a las habitaciones privadas del Papa, y es que éste posee un Ipod Nano blanco.
Lujo y exclusividad, algo inevitable dadas las incalculables riquezas que se esconden en los 0,44 metros cuadrados de superficie del Vaticano.