No es nada nuevo ni nada que la propia industria no haya visto antes. Lo hacía ya Alexander McQueen en sus desfiles, canalizando y plasmando sus delirios a través de desfiles todavía más delirantes a ojos de una audiencia desconocedora, ajena o, al menos, muy distante al dolor y el sufrimiento del diseñador. En cambio, esta vez, el espectáculo de Dmna Gvasalia para Balenciaga tocaba mucho más de cerca a todos por la omnipresencia de la guerra inicia por Rusia contra Ucrania, siendo esa audiencia formada por las élite de todo el mundo, al menos, conocedores de lo que estaba ocurriendo.
El Director creativo, que estuvo a punto de suspender el desfile (" En tiempos como estos, la moda pierde su relevancia y su derecho a existir. La semana de la moda parece algo absurdo ", reconocía él mismo en una carta), decidió convertir la presentación de su colección otoño/invierno 2022/2023 en una muestra de la cruda realidad que vive el pueblo ucraniano ahora mismo mientras intenta huir como puede del que es su país, su casa, su hogar, huyendo del horror y, desgraciadamente, intentando salvar sus vidas y la de sus seres queridos.
Para ello, Demna ha colocado a toda la audiencia en círculo detrás de un cristal -a salvo, lejos del hostil ambiente de la pasarela, como meros espectadores, igual que hacen con la guerra- para ver a todo el carrusel de modelos presentar la colección mientras surcan montículos de nieve al mismo tiempo que esta les azota por los cuatro costados animada por unas fuertes rachas de viento. Una imagen incómoda, grotesca, que hacía complicado para muchos de los modelos caminar con cierta normalidad, algo todavía más complicado al ir subidos a altos tacones o lucir vestidos largos con metros de cola que se retorcían a la merced del viento.
La colección, evidentemente diseñada antes de estallar el conflicto, parecía no estar en total consonancia con lo que se quería mostrar, haciendo quizá el espectáculo visual todavía más extraño. En cambio, ver vestidos de terciopelo azul cuyo valor supera los miles de euros simulando caminar sin rumbo con el único fin a huir de una guerra podría ser un buen espejo en el que mirarse e identificarse para celebridades como Kim Kardashian o Anna Wintour, sentadas en el front row, y alejadas de los huracanados vientos detrás de la pantalla.
Pero para Gvasalia era importante mostrar la cruda realidad que está viviendo el pueblo ucraniano porque hubo un día que él mismo pasó por ello, también causado por una guerra iniciado por Rusia, lo que le convirtió también un refugiado. " La guerra de Ucrania ha despertado el dolor y el trauma que tenía en mí desde 1993, cuando sucedió lo mismo en mi tierra natal [Georgia] y me convertí en un refugiado para siempre ", explicaba en su carta publicada tras el desfile: "Para siempre, porque eso es algo que se queda contigo. El miedo, la desesperación, el darte cuenta de que nadie te quiere. Pero también me di cuenta de lo que verdaderamente importa en la vida, como la vida misma, es el amor y la compasión".
Un dolor que le llevó a seguir adelante con este desfile tras mucho meditarlo: " Me di cuenta que cancelar el desfile equivaldría a rendirme, a resignarme al mal que me duele tanto desde hace casi 30 años ". Por ello, prefirió hacer un alegato y una dedicatoria "al coraje, la resistencia y la victoria del amor y la paz" que él un día sufrió, vivió y luego ganó esta última una dejó la guerra atrás y salvó lo más preciado, la vida.