Si pensamos en la seña de identidad de Monique Lhuillier, visualizamos gowns delicados, vaporosos y muy románticos. Sin embargo para la próxima primavera, la diseñadora ha preferido una visión más urbana y realista.
El desfile se abría con una declaración de intenciones en forma de ajustadísimo vestido, que combinaba un vibrante azul con un elegante color negro. Las formas se adhieren a la piel recordando a los trajes de buceo. Estos salen del agua para transformarse en piezas femeninas, cargadas de sensualidad.
Sin embargo tampoco faltan ciertas piezas del repertorio clásico de la diseñadora. Vestidos de cocktail en gasa, encaje y seda aportan el toque tradicional. El pantalón también hace su aparición, de patronaje impecable, pero siempre con largo al tobillo (a diferencia de otras colecciones de Lhuillier).
El color negro actúa como hilo conductor, iluminado por una vibración azul y amarilla que da entidad a la colección. Estos dos tonos actúan como grandes focos de luz, que dinamizan el desfile. Además, el estampado adquiere un gran protagonismo, en forma de graffiti degradado.
¿Qué veremos en la alfombra roja?
Lhuillier siempre proporciona la dosis necesaria de ball gowns para la temporada de premios, y esta colección no ha sido una excepción. Sin embargo, se advierte una clara voluntad de correr riesgos, incorporando ciertos vestidos de noche algo atípicos. De este modo, tenemos los aclamados diseños de princesa, con muchos metros de tul, voluminosas faldas y vistosos escotes, pero también otros novedosos, más sofisticados. Estos últimos se basan en el graffiti print y el degradé.
El cabello se recoge en sencillas y tirantes coletas, que despejan el rostro femenino. Éste, a su vez, se adorna con un potente eyeliner en azul eléctrico, como eco del tono utilizado para los vestidos. La combinación de estos elementos da como resultado una mujer práctica y sofisticada.